Anoche, mis neuronas se colapsaron y de repente todo parecía cubierto de niebla y el camino había desaparecido cuando en realidad estaba delante de mis propias narices.

Pero esta mañana he recordado todo lo que anoche no veía, que no soy más que una niña pequeña con unos lápices de colores que juega a pintar aquello que sueña. Y es que en parte un día decidí sin querer que una parte de mí no crecería nunca, que seguiría siendo aquella niña que jugaba entre el enorme telón rojo de terciopelo donde imaginaba un universo paralelo lleno de gente que me hacía sentir realmente libre y que me daba la oportunidad y me animaba a expresarme llenando metros y metros de tela de pintura que después contarían una y mil historias.

Cuando era pequeña, los niños del colegio se metían conmigo porque durante mucho tiempo no bajaba al recreo. Una maravillosa persona me dio desde siempre la oportunidad de descubrir todo aquello que de verdad siento que soy, y cuando todos esos niños volvían a clase compadeciéndose de mí por no haber estado jugando con ellos me encontraban completamente bañada en pintura con una sonrisa de oreja a oreja y un enorme bosque había aparecido de la nada, simplemente yo era feliz así...soy feliz así.

Anoche de repente me vi inmersa en miles de metros cuadrados que me agobiaba no saber dónde poner, pero esta mañana alguien me ha rescatado de la profundidad de la niebla y ha vuelto a aparecer mi precioso camino de baldosas amarillas por el que me encanta pulular con mis zapatitos rojos.

Es curioso cómo dentro de la misma escuela se tiene la oportunidad de encontrar y de elegir estar en mundos tan diferentes, por suerte en mi camino he encontrado un lugar donde me dejan y me animan a jugar como a mi me gusta, donde todavía no existe esa corrupción y esa manipulación que te asfixia el alma, donde las paredes y las puertas pueden no existir y pueden aparecer y desaparecer a nuestro antojo, donde toda la creatividad vale y donde lo único que tengo que hacer es seguir soñando con lugares imposibles que con 6 años les hacía a mis pinypon con cualquier cosa que encontrara, porque las mesas siguen siendo refugios, porque las mantas se convierten en tiendas de campaña, porque las sábanas son capas de magos y porque la inocencia y la ingenuidad no tienen límite.

Hoy soy yo la que está en su nube, pero el paisaje es tan bonito que dan hasta ganas de llorar.

Gracias por enseñarme que la vida va más allá de las palabras y que, igual que tú a tus más de setenta años, todos podemos conservar los ojos de un niño.


4 comentarios:

Mario Fizzio dijo...

Me encantan los zapatos mágicos (red) y los caminos de baldosas amarillas, caminos que conducen a sueños que se convierten en realidad, los mejores.

Aunque siempre hay quien dice: "no puede ser", y yo le respondo: "es que tú no eres valiente".

illeR dijo...

Que bonito texto :O


Lo que te dice Mario me recuerda a la frase aquella de: "no digas no puedo, di no pude, señal de que al menos lo intentaste".

Y al entrada, con esa vision a la infancia me ha recordado a este post que lei el otro dia. Entra aqui ;)

www.tenthousandspoonwhenalluneedaknife.blogspot.com

patri... dijo...

Mario: totalmente de acuerdo contigo, siempre digo que no hay mayor fracaso que el de no conseguir las cosas por no haberlas intentado.
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iller: muchas gracias, eres estupenda :)

Anónima dijo...

No te desvies del camino linda...que nadie te empujey te haga salirte de el, por mucho q no acierte a comprenderlo...
Los que no tienen esa vision del mundo no saben lo que se pierden

Besos.