Una larga historia de la que me encanta hablar...

Cuando crecemos muchas veces olvidamos las cosas que nos han pasado de pequeños y, lo creamos o no, son importantes...en mi caso hay una vital: Germán...

Para quien no lo sepa Germán es...iba a decir que mi mejor amigo, pero en realidad es algo complicado de describir. Nos conocimos en Málaga a la maravillosa edad de los 5 años, íbamos al mismo colegio y en muy poco tiempo mi uruguayito y yo nos hicimos inseparables y fuimos creciendo juntos en tardes eternas entre pinturas, títeres y muchas páginas en blanco por escribir...

Pero llegó el fatídico día en que el destino nos separó - ¿o nos unió aún más?- y tuvo que volver a Uruguay...soy capaz de recordar a la perfección el día que nos despedimos, la tarde antes de salir el vuelo, cuando te escuché cantar por última vez ese precioso tango de Gardel...

A todo un océano de distancia y gracias a un maldito ordenador, a día de hoy esa relación ha conseguido mantener ese encanto tan especial entre dos personas que se recuerdan desde la inocencia de los ojos de un niño.

Germán es una de esas personas a las que uno no puede evitar querer, te llena cada momento de toda su energía, de su ilusión, de sus ganas de vivir y de hacer mil cosas cada día...y aún así todavía consigue sacar tiempo para llenarte la vida con sus letras y tener esas conversaciones eternas como dos amigos “normales” tomando una cerveza.

Aunque parezca mentira hemos llegado a llevar muy bien la frustración de no vernos en tantos años (supongo que porque no había más remedio), pero por suerte cada vez el reencuentro está más cerca y es que no es fácil olvidar ciertas cosas cuando con 10 años pasabas las tardes escuchando cantarte tangos al oído...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es bonito lo que escribes. Triste y alegre a la vez. Sé muy bien a lo que te refieres.

illeR dijo...

Hay algunas amistades que son eternas y ni el tiempo, ni la distancia logran que se olviden.